miércoles, 18 de junio de 2014

Solo una mirada




          En el ejercicio diario de la Medicina de Familia nos encontramos ante situaciones que marcan nuestro bagaje y nos ayudan a ver y enfrentarnos a situaciones que nos generan un fuerte componente emocional. Este es el caso que nos hace llegar la Dra. Spaans, R4 de Medicina Familiar y Comunitaria, a través de su carta. Una experiencia personal que se puede extrapolar a cualquier profesional sanitario.




Foto tomada de lacasadelosplanos.blogspot.com

     "Septiembre, mi ciudad en fiestas. Vuelta al trabajo después de las vacaciones, y yo comenzando una nueva rotación, esta vez  en la Unidad de Cuidados Paliativos. Sólo pensar en estas palabras te viene a la mente situaciones tristes. Sabes que vas a vivir con el lado más duro de la enfermedad y si a eso le unes los comentarios de los compañeros, que no siempre son buenos, y el síndrome postvacacional, el cocktail que resulta es, un chorrito de angustia, una pizca de miedo a lo que voy a encontrarme y ¾ partes de a ver que tal esta rotación.

   Una vez mantenida la conversación inicial con el tutor y la enfermera sobre cuáles eran mis expectativas ante esta nueva etapa, seguí sintiendo el mismo miedo. Sin embargo, me quedé con una frase de mi tutor: “Ya verás cómo no es tan malo como piensas”.

   Bueno, pues en ese coche estaba yo, rumbo hacia lo desconocido. Durante el trayecto me advirtieron de que nuestro primer paciente era diferente, y tanto que lo fue.

   Para empezar, nuestro paciente padecía una enfermedad hasta entonces desconocida, profesionalmente para mí, salvo por los libros: Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Me esperaba una persona débil, frágil, cansada, dolida y angustiada. Que grande fue mi sorpresa cuando me encontré con esos ojos, esa mirada llena de vida. Las dudas desaparecieron, los temores se disiparon y esta rotación, que para mí iba a ser una más, de repente cobró todo el sentido. ¡Menuda mirada!, me transmitió toda la fuerza, toda la energía y toda la felicidad que cabe en un ser humano. Esa mirada decía: “aquí estoy yo, tengo pocas fuerzas y sí, estoy enfermo, pero sigo siendo la misma persona que era antes. Necesito y quiero las mismas atenciones, palabras, gestos, cariño, es decir, amor en una palabra”. Después de la primera impresión, volví a mirar y descubrí unos ojos inquietos que me escrutaban, exploraban y pensaban, ¿y quién es ésta? Pese a su enfermedad, que no le permitía moverse desde hacía dos años, transmitía una vitalidad digna de admiración, que muchos deberíamos de aprender.

   Comenzamos a hablar, si la sorpresa ya había sido grande, después de esta conversación fue MAYÚSCULA. Lo primero que descubrí, es que él quería seguir haciendo las mismas cosas que antes, salir todos los días a la calle, ver películas, disfrutar de un paseo con su familia y amigos, sentir el calor del sol y la sensación de la brisa en su cara. Le encantaba estar informado de todo lo que ocurría y comentar con gran ironía la situación política de nuestro país y los desastres de este mundo. Me sorprendió cuando me dijo que no tenía horas suficientes en el día para hacer todo lo que quería. Descubrí a una persona con un punto de vista increíblemente sensato e inteligente, junto con un gran sentido del humor.

   A continuación hablamos con su familia, y tras saber su día a día, descubrimos un gran ejemplo de dedicación, cariño, esfuerzo y ternura, impagable con nada. Una familia que había aprendido a hacer de lo extraordinario lo habitual.

  Después de esta visita, sólo puedo darte las gracias, un millón de ellas, por esa primera mirada. Sólo una mirada, que me hizo reflexionar sobre las cosas importantes de la vida, aprender a disfrutar de ellas, a saborear cada momento y comprender que un gesto vale más que mil palabras.

  Muchas gracias por darme la oportunidad de conocerte y ver cómo se puede sacar lo positivo a una vida que a veces nos muestra su peor cara.

  Gracias por esa mirada."


 Natalia Spaans Fernández



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