En el ejercicio diario de la Medicina de Familia nos
encontramos ante situaciones que marcan nuestro bagaje y nos ayudan a ver y
enfrentarnos a situaciones que nos generan un fuerte componente emocional. Este
es el caso que nos hace llegar la Dra.
Spaans, R4 de Medicina Familiar y Comunitaria, a través de su
carta. Una experiencia personal que se puede extrapolar a cualquier profesional
sanitario.
Foto tomada de lacasadelosplanos.blogspot.com |
"Septiembre, mi
ciudad en fiestas. Vuelta al trabajo después de las vacaciones, y yo comenzando
una nueva rotación, esta vez en la
Unidad de Cuidados Paliativos. Sólo pensar en estas palabras te viene a la
mente situaciones tristes. Sabes que vas a vivir con el lado más duro de la
enfermedad y si a eso le unes los comentarios de los compañeros, que no siempre
son buenos, y el síndrome postvacacional, el cocktail que resulta es, un
chorrito de angustia, una pizca de miedo a lo que voy a encontrarme y ¾ partes
de a ver que tal esta rotación.
Una vez
mantenida la conversación inicial con el tutor y la enfermera sobre cuáles eran
mis expectativas ante esta nueva etapa, seguí sintiendo el mismo miedo. Sin
embargo, me quedé con una frase de mi tutor: “Ya verás cómo no es tan malo como
piensas”.
Bueno, pues en
ese coche estaba yo, rumbo hacia lo desconocido. Durante el trayecto me
advirtieron de que nuestro primer paciente era diferente, y tanto que lo fue.
Para empezar,
nuestro paciente padecía una enfermedad hasta entonces desconocida,
profesionalmente para mí, salvo por los libros: Esclerosis Lateral Amiotrófica
(ELA). Me esperaba una persona débil, frágil, cansada, dolida y angustiada. Que
grande fue mi sorpresa cuando me encontré con esos ojos, esa mirada llena de
vida. Las dudas desaparecieron, los temores se disiparon y esta rotación, que
para mí iba a ser una más, de repente cobró todo el sentido. ¡Menuda mirada!,
me transmitió toda la fuerza, toda la energía y toda la felicidad que cabe en
un ser humano. Esa mirada decía: “aquí estoy yo, tengo pocas fuerzas y sí,
estoy enfermo, pero sigo siendo la misma persona que era antes. Necesito y
quiero las mismas atenciones, palabras, gestos, cariño, es decir, amor en una
palabra”. Después de la primera impresión, volví a mirar y descubrí unos ojos
inquietos que me escrutaban, exploraban y pensaban, ¿y quién es ésta? Pese a su
enfermedad, que no le permitía moverse desde hacía dos años, transmitía una
vitalidad digna de admiración, que muchos deberíamos de aprender.
Comenzamos a
hablar, si la sorpresa ya había sido grande, después de esta conversación fue
MAYÚSCULA. Lo primero que descubrí, es que él quería seguir haciendo las mismas
cosas que antes, salir todos los días a la calle, ver películas, disfrutar de
un paseo con su familia y amigos, sentir el calor del sol y la sensación de la
brisa en su cara. Le encantaba estar informado de todo lo que ocurría y
comentar con gran ironía la situación política de nuestro país y los desastres
de este mundo. Me sorprendió cuando me dijo que no tenía horas suficientes en
el día para hacer todo lo que quería. Descubrí a una persona con un punto de
vista increíblemente sensato e inteligente, junto con un gran sentido del
humor.
A continuación
hablamos con su familia, y tras saber su día a día, descubrimos un gran ejemplo
de dedicación, cariño, esfuerzo y ternura, impagable con nada. Una familia que
había aprendido a hacer de lo extraordinario lo habitual.
Después de esta
visita, sólo puedo darte las gracias, un millón de ellas, por esa primera
mirada. Sólo una mirada, que me hizo reflexionar sobre las cosas importantes de
la vida, aprender a disfrutar de ellas, a saborear cada momento y comprender
que un gesto vale más que mil palabras.
Muchas gracias
por darme la oportunidad de conocerte y ver cómo se puede sacar lo positivo a
una vida que a veces nos muestra su peor cara.
Gracias por esa
mirada."
Natalia
Spaans Fernández